El oro es uno de los metales preciosos más usados en la industria de la joyería. Su color dorado brillante y su durabilidad lo ubican entre los favoritos de los orfebres para la fabricación de anillos, pulseras, pendientes y muchas otras joyas.
El oro es famoso por muchas cualidades. Una de ellas es su valor. Otra es que no se oxida ni se daña, a diferencia de la fantasía. De hecho, esta suele ser la prueba de fuego para muchas joyas. “Si no se oscurece… es auténtico”. En realidad esta afirmación no es del todo verídica.
¿El oro se oscurece? ¿Puede manchar y ser auténtico? La respuesta a ambos interrogantes es que sí, aunque con salvedades.
Para empezar, debes tener dos conceptos muy claros:
Es cierto que el oro es un metal precioso duradero y de alto valor que no se estropea. Sin embargo, la acción del tiempo y de otros agentes externos puede deteriorar sus propiedades.
Además, recordemos que el oro es un metal blando, por lo que debe ser combinado con otros minerales (níquel y plata) para ser trabajado, y son estos los que tienden a desprender color.
Mientras más pura sea la pieza, menos oscura se pondrá. Sin embargo, no está exenta de que ocurra.
Si te has manchado el cuello, el lóbulo de la oreja o los dedos tras el uso de una joya de oro. O tus joyas de oro (con el oro blanco ocurre lo mismo) se han oscurecido. Seguramente seas tú el principal culpable. Hay tres factores importantes que debes tener en cuenta, ya que hacen que el oro se oscurezca:
El PH de la piel y el sudor que expedimos de forma involuntaria puede oscurecer tanto las piezas de oro convencional como las de oro blanco.
El sudor es agua en su mayoría, pero también contiene químicos y sustancias que nuestro cuerpo desecha. Al entrar en contacto constante con este metal precioso puede llegar a opacar su color.
La lejía es fantástica para la limpieza, pero no tanto para el oro. De hecho, es un elemento perjudicial para la mayoría de metales. Su acción sobre las joyas se traduce en deterioro y también les resta color.
La lejía está presente en el agua que sale de los grifos, en algunos detergentes y también en las piscinas. La exposición constante a este producto produce el deterioro de las joyas, así como pérdida de brillo y color.
El mar es maravilloso y revitalizante. ¿Quién no añora tumbarse en la arena?, o ¿darse un chapuzón en el agua? Si vas a hacerlo, mejor retira tus joyas antes.
Por desgracia, la salitre no contempla el material de las joyas. Oro, plata y otros metales nobles se deterioran, debilitan y cambian su tonalidad a causa de la erosión que genera la sal.
La buena noticia es que, si es oro, se puede limpiar y su vitalidad original volverá.
En el caso de las joyas de oro dorado y oro blanco, conseguirás recuperar su color original con limpiezas sencillas en casa:
Si nada de esto te convence, acude a un joyero para que restaure el color de la joya. Te recomendamos que solo dejes tus pertenencias de valor (pendientes, anillos, collares, pulseras y demás) en establecimientos serios y de confianza.